Tu luz,quemó mis naves cargadas de incertidumbre y el corazón que sobre tu mesa yo puse para cenar la noche en que nos dispusimos a saltar de la mano al precipicio.
Y yo procuraré sonreír más a menudo
y acostarme a una hora prudente. Procuraré no suspirar tan a menudo.
Tú me enseñaste que afuera, siempre, me está esperando una nueva mañana como aquella nuestra, radiante y soleada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario